Gárgolas insomnes

Marzo 26 de 2005

Al calor del caso Schiavo, en menos de una semana he visto dos películas a favor de la eutanasia. Million dollar baby, de Clint Eastwood, tiene como tema principal el boxeo, pero los personajes centrales, cuando la estrella cae en desgracia, del cielo al infierno, optan por la muerte asistida. Mar adentro, de Alejandro Amenábar, en cambio, es un alegato sobre el derecho a morir de una persona con 28 años de postración definitiva. Aunque muy distintas, una gringa y otra española, son "historias" que tienen mucho en común. A diferencia del caso Schiavo, no se trata de personajes en coma (punto y aparte, diría yo) por muerte cerebral, sino que "gozan" de sus facultades mentales y, por decisión propia, claramente razonada, se proponen morir. Otra coincidencia notable, fundamental, es que lo consiguen al margen de una legalidad que no considera sus razones y les niega el último de sus derechos: fenecer con dignidad. Más que una batalla legal, lo que terminan ganando es la comprensión de quienes los aman. En la cinta de Eastwood, la defensa ética y moral de la eutanasia es implícita; en la de Amenábar es explícita y lleva el alegato, inclusive legal, hasta sus últimas consecuencias. En ambos casos, las manos que ayudan a "bien morir" están motivadas por el amor.

(Si alguien amara realmente a Terri Schiavo, en vez de prolongar por más tiempo su absurda agonía, le daría una inyección letal).

Javier Bardem, el actor principal de Mar adentro, personificó al escritor cubano Reinaldo Arenas en Antes que anochezca, de Julian Schnabel. Cuando el personaje es ya un enfermo terminal, recurre a la eutanasia y también lo hace al margen de cualquier procedimiento institucional.

[] Iván Rincón 5:44 AM

George Wacala Bush firmaba sentencias de muerte como si fueran autógrafos cuando era gobernador y, ahora que destruye un país en donde más de cien mil personas han perdido la vida, se aflige por la muerte de una mujer en estado vegetativo desde hace quince años.

[] Iván Rincón 5:45 AM

Lo bueno es que los gringos siguen creyendo en el Oscar.

[] Iván Rincón 5:46 AM

Jean Jacques André. Obsession

Marzo 21 de 2005

Me decepcionó mucho saber que Clint Eastwood había llamado a votar por Bush en la pasada "elección" gringa. El gran Clint Eastwood es un gran pendejo, pensé. Pero una de las primeras cosas que hice al salir de mi encierro doméstico fue ver Million Dollar Baby, cuya "traducción" al español resultó en un nombre de telenovela mexicana: Golpes del destino.

Ahora renace la polémica sobre la eutanasia, porque una mujer de 41 años de edad está en coma, por no decir punto y aparte, desde hace quince años, y su marido pugna legalmente por desconectar las sondas que mantienen ese cuerpo con "vida". El pleito (más allá de los presuntos intereses económicos del cónyuge) llegó a la cámara de representantes de Gringolandia y terminó involucrando al mismísimo Bushito, que está a favor de la vida, por supuesto.

En medio de las aberraciones y las incongruencias, conservadoras y reaccionarias, retrógradas o retardatarias, la cinta de Clint Eastwood aparece con una defensa ética y moral (no legal) de la eutanasia. El guión no es de Eastwood, pero sí la dirección, la producción, la actuación, inclusive la música. Y acá entre nos, la película me conmovió hasta las lágrimas, tocó fibras sensibles en la primera mitad y se me salieron las de cocodrilo, pero en la última parte, cuando la cinta se convierte en una tragedia, me sentí chantajeado, y una mujer sentada junto a mí se la pasó llorando a moco suelto y ruido hasta el final. Yo no sabía qué hacer ni qué pensar. Tengo qué ver la película otra vez. Por lo pronto, me parece admirable que una persona, en este caso Eastwood, siga creciendo y madurando y evolucionando a los 75 años de edad. Esta es quizás la mejor dirección de su carrera y, aunque se está quedando sin voz, tengo la sospecha de que no solo sigue siendo un buen actor, sino que ha mejorado, se ha hecho más serio, más mesurado. Quizás su nueva cinta es un chantaje, pero en tal caso es un chantaje muy bien hecho, con una dirección perfecta, unas actuaciones perfectas y algunas fallas pequeñas en el guión.

Acompañan a Eastwood en la actuación Hilary Swank, que no es una gran boxeadora realmente, pero resulta convincente bajo la impecable batuta del veterano, y Morgan Freeman, que siempre me ha parecido un actor excelente, muy carismático, pero subvaluado por el racismo que sigue caracterizando a Joligud. No es la primera vez que Freeman trabaja con Eastwood, por cierto. Antes lo hizo en Unforgiven (1992), nombre traducido al español como Los imperdonables (creo que hubiera sido mejor Los implacables), la primera obra maestra de Eastwood como realizador.

Desde Play Misty for Me o Escalofrío en la noche (1971) hasta Million Dollar Baby (2004), Eastwood ha mostrado y demostrado, probado y comprobado, talento y evolución, como director, algo que hace difícil explicar -al menos para mí- su estúpida ideología. Sin embargo, mientras los parlamentarios gringos, y el presidente espurio como árbitro espurio, se rasgan las vestiduras por el derecho a morir de una mujer en estado vegetativo desde hace quince años, Golpes del destino arrasó en la desprestigiada entrega del Oscar. ¿Qué hacemos? ¿Volvemos a creer en la estatuilla esa? Lo seguro es que mañana veré la película de nuevo. A ver si ahora logro llorar sin eco.

[] Iván Rincón 4:51 PM

Marzo 17 de 2005

En los días del levantamiento zapatista había una sala de prensa en el hotel Diego de Mazariegos, de San Cristóbal, a cuya recepción llegó una comisión interpartidista de mujeres, entre quienes se hallaban algunas conocidas mías. Fui a saludarlas y, platicando con Lucinda Nava, sentí la cercanía de una mujer morena de baja estatura, lentes grandes y minifalda, que observaba mi gafete con curiosidad. "Iván Rincón, de la revista Motivos", confirmó en voz alta. "¿Cómo estás? ¡Soy Rosario Robles!". Entonces la miré tratando de identificarla. "¿Rosario Robles, de La Jornada?", pregunté. "¡Rosario Robles del Comité Ejecutivo Nacional!", espetó. "¡Qué bueno que te enviaron a ti! ¡No pudieron enviar a nadie más representativo!". Y salió del hotel, indignadísima. "¿Por qué será que los dirigentes del PRD siempre dan por hecho que uno es de su partido y además los conoce a todos?", pregunté otra vez. "¿Será porque traes un gafete que te acredita como enviado de una revista que dirige Pablo Gómez?", preguntó a su vez Lucinda Nava, y también se fue. Ni hablar. ¿Qué les vamos a hacer?

[] Iván Rincón 7:41 PM

Marzo 15 de 2005

Hace algunos años, me encontré por accidente con Federico Campbell, quien insistió en que lo acompañara, no recuerdo a dónde. "Yo voy a mi casa", le dije. Y, sin despedirse, atravesó la avenida en el momento que pasaba un enorme camión, el cual estuvo cerca de aplastarlo o embestirlo, pero se detuvo y tocó el claxon. Campbell titubeó, quiso regresar y, finalmente, cruzó la calle corriendo con singular torpeza. Yo nomás lo observaba desde el camellón. Qué personaje, decía mi otro yo. Cuando pasó el camión y pasaron los coches que venían detrás, Campbell cruzó la calle de regreso.

-Oye, maestro. ¿Sabes cuál es la peor enfermedad después del cáncer?- preguntó.

-El sida- respondí.

-No, maestro; es la indecisión, es la indecisión.

[] Iván Rincón 3:42 AM

Marzo 13 de 2005

La última vez que vi a Carmen Espada (está leyendo este blog y por eso ya no se comunica) bebí una cerveza con ella y sus amigas, también alemanas, en un restaurante italiano de Coyoacán. Yo las observaba y, definitivamente, de las seis o siete que eran, Carmen tenía el mayor encanto. Entonces comenzó a cantar Elvis Presley una balada, y todas suspiraron.

-¿Te gusta mucho Elvis? -le pregunté a Carmen.

-Sí -dijo ella-, bueno, no mucho, más o menos, un poco, digo no, bueno sí.

-Claro -comenté-. He conocido gente que hace de sus ambigüedades y contradicciones todo un sistema filosófico.

Ella soltó a reír con jovialidad y acarició mi hombro.

-Ay, Iván- exclamó-, no entiendo cómo alguien con ese sentido del humor puede estar tan solo.

-Yo sí -le dije-. Esforzándose.

[] Iván Rincón 11:47 PM

Marzo 11 de 2005

Había perdido la cuenta de los días que estuve inapetente y sin dormir ni una hora, bebiendo tequila barato y cerveza variada en cantidades industriales, cuando un ventarrón, además de los camiones que hacen vibrar el edificio, azotó las ventanas hasta la estridencia, y pasé una de las peores noches que he vivido. El prolongado insomnio, el ayuno absoluto y el alcohol me causaron una gran debilidad física y trastornos síquicos (hasta el menor ruido me alteraba), y el viento entraba furioso por la ventana, echaba a volar papeles y bolsas de plástico, golpeando la puerta principal como si alguien quisiera entrar. A fuerza de coraje, me levanté y quise prender la luz para cerrar la ventana, pero había también un apagón. Perfecto, pensé. Yo sin energía física y el barrio sin energía eléctrica. Cerré la ventana en la penumbra y regresé a la cama, donde seguí temblando y sudando frío. Desde mi lecho de enfermo, comencé a observar el movimiento de una sombra que entraba por la misma ventana hacia la pared de enfrente, y me pregunté qué sería, en medio del escalofrío. No estaba delirando por la calentura, pero tampoco descarté que un ladrón se descolgara por la azotea (vivo en el quinto piso), así que me levanté de nuevo y entendí que era un árbol muy alto que se contoneaba al ritmo del viento sonoro. Lo extraño es que la sombra estaba invertida; eso nunca lo entendí. Una vez de pie, aproveché para ir al baño y entonces me enteré de que no teníamos agua. Perfecto, pensé. Nada más falta que la violencia del vendaval estrelle contra los vidrios a una de las palomas que mantienen cubierto de mierda el calentador. Al cerrar la ventana quedó cautivo el hedor de la suciedad acumulada en el departamento. Y regresé a la cama, en donde las sábanas también apestan y están bañadas de sangre desde el día que regresé golpeado después de recorrer varios y variados lupanares. Como estoy intoxicado de rencores, más que de alcohol, para evadirme recurro a las fantasías eróticas, pero esta vez la calentura era muy otra, y la taquicardia.

"Espero que estés de humor", me dijo ayer una amiga. "Claro que estoy de humor", le respondí; "tengo dos semanas de no bañarme".

En fin; este relato deprimente podría ser el argumento de una película de horror (una película horrible, más bien) si agregara lo que soñé siete horas después, cuando logré dormir, finalmente... pero eso será otro día. Hoy voy a pensar qué tan bajo puede caer alguien y cuándo toca fondo y qué carajos es lo que llaman autoestima.

[] Iván Rincón 7:48 PM

Marzo 7 de 2005

Joan Manuel Serrat nunca dejará de asombrarme y sorprenderme, siempre positivamente. Además de su admirable carrera y su nuevo oficio vitivinícola, resulta que tiene una hija preciosa, por no decir perfecta. La estoy viendo ahora en el libro que me han regalado mis papás, un libro entrañable, carísimo, que alguien como yo nunca podría pagar. La hija de Serrat se llama María y creo que me he enamorado de ella. Carajo. De veras que todo ha salido bien en la vida de este señor... hasta su operación de cáncer, afortunadamente.

El vaso de mi juventud
hoy lo levanto a tu salud,
suegro.

Juventud entre comillas, porque estoy envejeciendo prematuramente (hace veinte años que tengo veinte años, pero, acá entre nos, me siento como de cuarenta). Lo bueno es que Serrat pasó de los sesenta y sigue siendo joven, y además es muy querido; se lo merece. Pero preséntame a tu hija, por favor; ya encontraré la manera de olvidarla después.

[] Iván Rincón 5:17 PM

Marzo 6 de 2005

"A salud de la tristeza", dice una canción dedicada a la tabernera de Juchitán, Oaxaca, en donde la mujer con este oficio tiene inclusive una vela, una gran fiesta, comunitaria, de mayordomía, tradicional, que moviliza a cientos de personas, quizás miles, en una noche, y continúa. "Santísima tabernera", dicen los tecos para convertirla en una deidad, porque sucede que las velas están dedicadas a las deidades, como el lagarto o San Vicente Ferrer. "Compañera de infortunio", dice la misma canción. "Destapa dos cervezas y siéntate conmigo".

Hace muchos años, más de una década, viví en Juchitán y conviví con taberneras. Son mujeres que realmente, "a salud de la tristeza", se emborrachan con uno. Me parece que todas han sido abandonadas y, vaya paradoja, todos las buscan después. No son jóvenes y, al calor de unos tragos, confiesan sus cuitas y cantan a capella.

Un artículo que reencontré entre mis "curiosidades" (más bien basuras) dice que las taberneras son "mujeres que emulan perfectamente a las walkirias, las mensajeras de Odín. Al menos diez taberneras alinean sus mesas a las afueras de las velas. Junto a la mesa abre su bocaza fría la hielera, de donde brotan mágicamente las botellas con su amargo contenido. Cuentan los viejos que las taberneras deben su nombre a un fermento que resulta del tronco de la palmera del coyol. Por la tarde se corta el tronco del esbelto árbol y se deja rezumando durante la noche, para que al amanecer se recoja con jícara el aguamiel, al cual se deja reposar para su fermento y se obtiene un líquido sabroso y pegador llamado taberna". Hasta aquí la pedante cita de Jorge Magariño. De taganeros y taberneras. Revista Generación, octubre-noviembre de 1999.

La palabra taberna es más bien de origen latín y tiene traducción en todo el mundo; es una tienda, un almacén de venta al público, un mesón, una posada. Según el diccionario de uso de María Moliner, taberna es un local público modesto donde se vende vino, principalmente, y tiene como sinónimos bayuca, bodegón, buchinche, caramanchel, chingana, tasca, boliche (este último en Argentina y otros países latinoamericanos; en México no). Lo interesante de la semántica es que un derivado de la palabra es contubernio "en el sentido de vida en una misma choza".

"Señor tabernero, sírvame otra copa, que quiero olvidar", dice otra canción.

Y la "santísima tabernera" de Juchitán es precisamente eso, una deidad. Mucha gente ha escrito sobre el matrimonio juchiteco y la vela y el día de muertos, pero creo que nadie ha escrito algo valioso sobre las taberneras, esas mujeres amantes, no en un sentido literario, sino literal. Cada una tiene su propia historia, su testimonio, y sería bueno que alguien tomara la iniciativa.

"A salud de la tristeza". Vaya frase. Merece el Premio Nobel de Literatura.

[] Iván Rincón 2:04 PM

Head Light © Jean Jacques André

Marzo 5 de 2005

Entre los miasmas acumulados en mi departamento desde hace más de un mes, hay una jícama que se enjuta, se arruga, se deshidrata, se hace cada día más pequeña, pierde fuerza; de hecho, pierde vida, paulatina, lenta, pero irreversible, irremediablemente. No hay inyección posible de vitalidad en este caso. Y para mí, es como un reflejo, un espejo, una metáfora de la existencia: la mía.

[] Iván Rincón 1:53 PM

Y con respecto al alcoholismo, he decidido morir como el estúpido de Nicolas Cage en Adiós a las Vegas. Sólo me falta conocer a una preciosa prostituta que se enamore de mí... Bueno, en realidad, sí la conozco, y me tiene idealizadísimo. Lo malo es que está en la cárcel.

[] Iván Rincón 10:47 PM

Marzo 3 de 2005

"¿De veras no entiendes lo hermoso que es todo esto?", le pregunto a mi papá cuando llega al departamento y pone cara de angustia por mi larga racha de alcoholismo tequilero. "¿Qué es esto?", pregunta al tropezar con la colección de botellas vacías que acumulo en el suelo. "Es un poema", le contesto.

-Y así nos vamos por la vida, Ivancito -dijo una madrugada mi amiga Andrea Fernández en Radio Educación... Por cierto: hace unos días espetó por teléfono que, por favor y por amor, y por cierto, ya no fuera "loquito".

"Necesitas ayuda, Iván", comentó otra amiga, también por teléfono. "Me cae que sí", le dije. "Sobre todo para limpiar el departamento".

Además, hablé más de tres horas con Agueda Ruiz y nomás le transmití mi frustración, mi amargura, incluso mi deseo de morir. Y hablé con Gabriel Pérez, también como tres horas. "Tenemos qué hacer algo", le dije. Así que acordamos cambiar el mundo, llevar a Bush hasta el suicidio y tomar el poder.

"Ya déjate de pendejadas", es la traducción del mensaje escrito que recibí, nuevamente de Andrea Fernández.

Y sucede que está en México mi entrañable amiga Carmen Espada (en serio, así se llama), con quien prefiero mantener "una sana distancia", al menos por ahora, mientras salgo del patético trance en que estoy. Porque ya estuvo suave, no mames, todo tiene un límite... se acabó.

Además, debo dormir, aunque sea tantito, un poquito, nomás tantito, dame chance, no seas culebra.

[] Iván Rincón 7:51 PM

Posdata desveladísima. Olvidé mencionar a mis amigos Carlos Oliva y Juan Calderón (siempre hay que mencionar a Carlos Oliva en este blog). El primero contestó: "No mames, Iván. Me hablas todos los días para echarme bronca"... Y ya no contesta el teléfono. Don Juan, por su parte, dijo: "No te preocupes, Iván. No hay nada más creativo y más creador, que el insomnio, el alcoholismo y la depresión". Y también dejó de contestar el teléfono.

(Otro día hablaré de mi cuate Gustavo Chávez, "el pintor chilango").

Y ahora sí ya me voy, porque tengo pendiente un desencuentro más con mi papá. Ni pedo. Así es esto.

[] Iván Rincón 9:07 PM

Posdatísima. ¡Uy, sí, cómo no! ¡Como si alguien te leyera y estuviera pendiente y atent@ de ti! ¡No pinches mames!

[] Iván Rincón 9:11 PM

Marzo 1 de 2005

Frente a mi departamento, al otro lado de la calle, una vecina se exhibe; sale de la regadera y baila desnuda viendo el televisor con la ventana abierta. Es joven, regordeta y muy cachonda; rebosa energía y, obviamente, necesita que la vean. En fin; sonaré cursi, pero lo más deseable de esta mujer son sus brazos. Ni modo; soy un idiota. Y un día de estos conoceré más a fondo su anatomía. También tengo un vecino que debe casi un año de gas, y además es un mamón insufrible, y además se llama Iván (eso es lo peor). Un día de estos le voy a cantar un tiro. Y también tengo un vecino que se llama Carlos Oliva y dice: "No mames, Iván. Lo verdaderamente patético es que no bajes a tomarte unas chelas y prefieras beber solo". Ahora recuerdo que hace unos años escribió: "Iván: ¿cómo vas en esa lucha a muerte contigo mismo?, ¿quién va ganando?" Ni modo; me gusta balconear al doctor albatros. Por cierto: no participaré en el número de Tierra Adentro que está coordinando, sobre el alcohol... porque tengo un mes borracho.

[] Iván Rincón 3:01 PM